viernes, marzo 16, 2012

Sancti Spíritus: Sueños de ciudad

Giselle Morales Rodriguez

En pleno Siglo XVII, cuando las Ordenanzas Municipales de Alonso de Cáceres comenzaron a regular el incipiente despegue urbanístico en Cuba, ya la Villa del Espíritu Santo había crecido sin reglas ni concierto. 

Aquellas primeras normas redactadas en la isla que conferían carácter obligatorio a la licencia de obra y a la alineación de las construcciones llegaban demasiado tarde: ninguno de los peninsulares trasplantados a estas tierras había erigido su casa pensando en el desarrollo ulterior de la comarca, sino en la cercanía a las fuentes de agua y a la Plaza Mayor, en la firmeza del suelo y hasta en las facilidades para el comercio.

Típica ciudad medieval fue Sancti Spíritus desde 1522, fecha en que los vecinos se trasladaron de las márgenes del río Tuinucú a las del Yayabo huyendo de los enjambres de hormigas que, según los cronistas de entonces, diezmaban a los recién nacidos. Y aunque posteriormente no faltaron los intentos por enderezar los callejones estrechos y laberínticos, y por emplear la cuadrícula en signo de modernidad, la fisonomía del centro histórico aún delata los influjos árabes y pre-renacentistas heredados de la Madre Patria.

A similares influencias parecen aferrarse los pobladores de hoy, en gran medida responsables del crecimiento azaroso de una urbe que, pese a todos los planes de desarrollo habidos y por haber, se reconoce informalmente como la cabecera provincial más “ruralizada” del país.

Con un solo edificio de 12 plantas, la carretera que debía circundarla a medio terminar y recurrentes violaciones constructivas, tanto en zonas patrimoniales como en repartos de nueva creación, Sancti Spíritus fascina a quienes la visitan por primera vez, confunde a los forasteros asiduos y termina por desvelar a sus propios habitantes, perplejos ante un escenario rocambolesco que amenaza con echar raíces por la falta de recursos para enmendar entuertos o emprender inversiones necesarias.

Entre vericuetos antiguos y contemporáneos se lanza Escambray, tan preocupado como sus lectores por la situación urbanística actual y las perspectivas de desarrollo de la que fuera designada en 1976 capital de todos los espirituanos.

EN EL REINO DE LA UTOPÍA

Ni siquiera utopía, el paraje ideal descrito por el filósofo y político inglés Tomás Moro, llegó a perfilarse tan detalladamente como la futura Sancti Spíritus, calculada en planos con precisión milimétrica y dividida por sectores según el uso y tipología de los inmuebles. De ello dan fe los especialistas encargados de diseñar las estrategias de ordenamiento que rigen la evolución citadina.

“El territorio ha crecido históricamente por el norte y el sur, décadas atrás se amplió hacia el oeste con los repartos de Los Olivos, pero ahí se detuvo –explica Waldo Conlledo, subdirector técnico de la Dirección Provincial de Planificación Física (DPPF)-; sin embargo, se ha desarrollado muy poco hacia el este porque el acueducto viene actuando como un límite natural”.

Para sortear este escollo, los expertos aguardan por la inversión que les permita llevar la toma de agua hacia el área del puente sin baranda y comenzar el poblamiento armónico de la zona occidental.

“También tenemos concebido el completamiento de la Circunvalación, con un vial que debe salir desde el puente del aeropuerto, por el este, hasta el camino a Trinidad, y que resulta imprescindible para los propósitos de urbanizar esa vertiente, hasta ahora poco habitada”, añade el funcionario.

Por el momento, la ampliación hacia regiones periféricas cede prioridad al completamiento de los espacios interiores, en un esfuerzo por aprovechar la infraestructura de acueducto, electrificación y vialidad ya existente antes de salir a la conquista de terrenos limítrofes.

No obstante, los sueños de una metrópoli próspera y adecuadamente dispuesta pudieran resultar quiméricos si luego, con los pies en la tierra y la manga al codo, se obvian de un plumazo las más elementales regulaciones.

ANARQUÍA ¿AUTORIZADA?

“El plan general de ordenamiento de Sancti Spíritus fue aprobado por la Asamblea Municipal del Poder Popular por el acuerdo número 16 del 3 de febrero de 2004, por lo que ya estamos enfrascados en su actualización -precisa Waldo Conlledo-. Sin embargo, tampoco se trata de una camisa de fuerza porque depende de los recursos de los que se disponga para invertir y de intereses más abarcadores que se tengan con el territorio”.

Amparados en el carácter flexible del plan, se han acometido empresas que, si bien no violan normas urbanísticas, tampoco estaban incluidas en los posibles usos del suelo planificados por la DPPF. “Por ejemplo -ilustra el directivo-, la Delegación del MINAZ actualmente se encuentra en la zona industrial norte de Chambelón, aunque no es lo idóneo para oficinas; la casilla especializada se abrió en la calle Independencia, en un área que causa congestión vial; el espacio entre la Bolera y el Reparto 26 de Julio estaba reservado para una escuela, pero Educación decidió ampliar la Julio Antonio Mella con esos recursos”.

Más allá de algunas escaramuzas entre entidades estatales, es en el complicado mundo de las casas particulares donde se traba el paraguas.  “La situación se agudiza porque las personas fabrican de forma ilegal sin pedir asesoría y el resultado a veces es caótico. Entre las mayores violaciones se encuentran los garajes en edificios multifamiliares, mala alineación de las fachadas, escaleras exteriores que interrumpen el paso peatonal, sin contar las contravenciones en el Centro Histórico”, alega.

Con tal apreciación coincide Claudio Alberto Rodríguez Amador, director municipal de la Vivienda en Sancti Spíritus: “Un gran porcentaje de ilegalidades se debe a la tolerancia e inacción de nuestras entidades; en algunos recorridos hemos llegado a lugares donde las nuevas construcciones han estado aprobadas, han tenido sus licencias y sus regulaciones emitidas por la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) y, sin embargo, nos hemos visto obligados a parar las obras.

“En la mayoría de los casos esto sucede por fallas en el proceso de ejecución, porque a la persona se le dijo: ‘No puedes hacer esto’, y lo hizo. Ahí es donde entra a jugar un rol determinante el cuerpo de inspectores de Vivienda, los técnicos de la UMIV y la comisión de enfrentamiento a las ilegalidades, no siempre todo lo radicales que debieran”, agrega.

Muestra de ello son las 78 órdenes de restitución o demolición pendientes hasta la fecha, que abren resquicios a la impunidad y al desbarajuste arquitectónico.

¿Por qué se dilata tanto la ejecución de medidas radicales ya aprobadas?

“Porque, realmente, no es fácil demolerle algo a una persona que tú mismo dejaste construir, que no fuiste capaz de detener a tiempo y en lo que gastó determinados materiales. Tampoco estamos cruzados de brazos; hemos venido dando respuesta, fundamentalmente a un grupo de violaciones localizadas en edificios multifamiliares”, acota el directivo.

Lo cierto es que, mientras unos titubean para aplicar leyes y decretos a rajatabla, la ciudad se transfigura en una jungla mucho más inextricable que la pintada por Wifredo Lam en 1942: escaleras y balcones colgantes sobre las aceras, rejas que invaden los espacios públicos, organopónicos privados en áreas comunes, agujeros para aires acondicionados en fachadas coloniales, ventanas de aluminio a centímetros del tendido eléctrico... la impunidad campeando por su respeto.

Tal panorama, agudizado además por el estancamiento de los grandes planes constructivos, delata a las claras lo mucho que han heredado las actuales generaciones de espirituanos de aquellas primeras hornadas de colonizadores que plantaron sus casas, sin reparos ni miramientos, en las márgenes parduzcas del Yayabo.


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