sábado, septiembre 01, 2012

Yo soy la hija de Martí

Tomado de Escambray

El dilema de si el Apóstol fue el padre biológico o no de María Mantilla busca asideros en las teorías científicas.

Como si se tratara de un caso de paternidad cualquiera entre los tantos que ha dilucidado durante décadas y no del pasaje más controvertido en la vida sentimental del Apóstol, el doctor Ercilio Vento Canosa, especialista en segundo grado en Medicina Legal, sostiene: “María Mantilla era la hija biológica de Martí, de ello no tengo dudas”.
La posibilidad ha venido desvelando a varias generaciones de cubanos tanto en círculos académicos como en tertulias de mediodía: desde los emigrados de Tampa, que miraron con suspicacia la proximidad del delegado con Carmen Miyares; hasta los ciudadanos de estos tiempos, ya curados de la mojigatería decimonónica y para quienes la paternidad de María Mantilla es un secreto a voces.
Sin embargo, el doctor Vento Canosa, también antropólogo e Historiador de la Ciudad de Matanzas, pone a un lado las especulaciones subjetivas, los mitos tejidos durante más de un siglo y se aferra a los resultados de su estudio, el único que, hasta el momento, ha pretendido acercarse a esa suerte de enigma con las armas salvadoras de la ciencia.
Publicadas en el blog personal del escritor villaclareño Jorge Ángel Hernández Pérez y reproducidas luego por el portal digital Cubadebate, las conclusiones del sabio matancero posicionaron nuevamente el tema a 50 años de la muerte de María Mantilla, la niña que el Apóstol bautizó en enero de 1881 y cuya presunta relación filial provoca todavía las más encarnizadas polémicas.
HURGANDO EN LAS FISONOMÍAS
“Mira que ese estudio me ha dado dolores de cabeza”, confiesa a Escambray el doctor Ercilio Vento, creador de la reconocida prueba morfológica y antropométrica que ha sido usada por los tribunales para poner punto final a numerosas disputas de paternidad y que fue aplicada, desprejuiciadamente, en el caso de Martí y María Mantilla.
En declaraciones anteriores a la prensa, el doctor Vento defendió con vehemencia el rigor de su investigación: “Es el fruto de 32 años de mi experiencia profesional, 32 años de intercambio con antropólogos de diferentes partes del mundo -aclaró-. En este lapso, la prueba no ha fallado en ningún caso, incluso frente a la comprobación con la prueba de ADN. La sumatoria de los rasgos en estudio aporta un alto grado de fiabilidad en los resultados, lo único que se precisa por parte del perito es su experiencia y capacidad para identificar los rasgos físicos, privando su examen de toda subjetividad, toda vez que no se trata de establecer una simple semejanza, sino de buscar los caracteres físicos heredados por el hijo a partir del presunto padre”.
El abundante material iconográfico del Apóstol y María facilitó las pesquisas que el experto matancero ya había emprendido, más como una deuda personal que como encargo de institución alguna. Auscultó los ojos, el arco de las cejas, el mentón, las mejillas, hasta las comisuras de los labios, para llegar a una conclusión que él considera digna de crédito: al comparar 66 caracteres antropométricos en las fotografías de Martí y María Mantilla se constató un 74,3 por ciento de compatibilidad.
“El índice de coincidencia es alto y muy fiable -ha suscrito el especialista a la prensa-, teniendo en cuenta que María posee también elementos que son heredados de su madre. Hay detalles que superan el simple valor numérico, por su peso cualitativo. En este sentido llaman la atención algunas identidades: la forma del labio inferior, la forma de la oreja, la forma de los ojos, el surco subnasal, la forma de la cara, el ángulo nasal, la orientación de las comisuras labiales, la orientación de las comisuras palpebrales, el eje general del ojo y las cejas, entre otros”.
Entonces, ¿se atreve usted a asegurar que María Mantilla fue la hija de Martí?, cuestiona Escambray.
“Después de tantos años aplicando este método sin un solo error, me asiste la autoridad para certificarlo porque no soy ningún improvisado -sostiene-. El rechazo de los incrédulos ¿dónde está?, en que se trata de Martí. Tienen temor a que se degrade su imagen, pero la figura de Martí es demasiado grande como para que se deteriore por un comportamiento que al final es de humanos. Que sea inconcebible en el esquema perfeccionista del moralismo burgués que aún pulula entre nosotros, ya eso es otra cosa”.
EL SECRETO DE LAS CARTAS
A los 14 años, cuando recibió la noticia de que su padrino José Martí había muerto en combate sin más protección que un retrato suyo bien cerca del pecho, María Mantilla no tuvo conciencia plena de la conmoción telúrica que suponía aquella pérdida, no solo para Cuba, sino también para su vida ulterior.
Iba a ser mirada desde entonces como la hija espiritual de un hombre a quien la vida no le alcanzó para aclarar semejante dilema ético: ¿era aquel cariño desmesurado el de un padre que prodigó a María los afectos que no pudo entregar a su hijo? ¿Fue ella la prueba tangible de una unión ilegítima que contradecía los cánones de la época y hasta los principios de Martí?
El asunto se mantuvo durante décadas silenciado por la complicidad de muchos. Referencias más o menos veladas se escurrieron en declaraciones de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, Juan Marinello o Nydia Sarabia, pero ninguno de ellos resultó tan categórico como la propia María Mantilla, quien sostuvo en 1959 un intercambio epistolar con Gonzalo de Quesada y Miranda, hijo del secretario de Martí, en el que se declaraba descendiente del Apóstol.
“Yo, como usted sabe, soy la hija de Martí”, rubricó sin medias tintas la mujer que hasta ese momento había mantenido en el más profundo ostracismo el secreto de su familia. Sin embargo, la Mantilla no consiguió mantenerse impasible ante la historia de cierto personaje que se pretendía vástago del Héroe Nacional y lo proclamaba a los cuatro vientos en la prensa de la época.
A vuelta de correo, la respuesta de Gonzalo: “Todos sabemos que usted lo es, y que si por ejemplo nosotros los Quesada nunca lo hemos expresado públicamente es porque no ha sido hasta ahora en que usted autoriza”.
La certidumbre de María Mantilla, que apenas sobrevivió tres años a una declaración de semejante envergadura, pudo fundamentarse en las confidencias de su madre o en la aureola de especulaciones que la rodeó siempre: de todos los misterios, es el menor.
Lo cierto es que, hija biológica o no, fue invitada expresamente a las celebraciones organizadas en Cuba por el centenario del natalicio de José Martí, alentó en su familia la devoción por la figura del Apóstol y murió en 1962 sin poder demostrar al mundo, con el salvoconducto de una prueba científica, quién fue su verdadero padre.
PEDESTAL QUE MERECE
Las pesquisas antropométricas del doctor Ercilio Vento levantaron, tal y como él mismo había vaticinado, “una cosecha de desazones”. Algunos se niegan a creer cualquier hipótesis que deje fuera al ADN; otros se atrincheran en criterios tan conservadores como la incongruencia entre la ética martiana y el adulterio; los menos prefieren dejar el tema en las tranquilas aguas de la indefinición.
En el bando de los escépticos se coloca el doctor Luis Toledo Sande, estudioso de la vida y obra de José Martí y autor de la biografía Cesto de llamas, quien se declara partidario de dejar reposar la historia.
“Si uno necesita probar que es desprejuiciado, puede salir a la calle a demostrar cualquier teoría en el caso personal, pero no es recomendable ser desprejuiciado a cuenta de otro”, declara en exclusiva con Escambray.
“Si María Mantilla hubiera sido efectivamente la hija biológica de José Martí, creo que él hubiera sufrido bastante y decidió llevarse a la tumba el secreto. Carmen Miyares, que murió unos años después, también se llevó a la tumba el secreto. Entonces, ¿qué derecho tengo yo a venir a revolver esos dolores que, por otra parte, no me pertenecen? Lo importante es que María Mantilla fue la hija espiritual de José Martí: ese hecho no cambia”, concluye.
Más allá de cualquier postura ética asumida frente al origen de María Mantilla, no es con la negación obstinada ni con la irreverencia a ultranza como va a dilucidarse el dilema.
Ya lo advertía el propio Toledo Sande: “El que es sagrado en la historia de Cuba, es sagrado, y a Martí nadie podría reprocharle una conducta que resulta comprensible en el ser humano. Era, ante todo, un hombre, el mejor de los cubanos. Nadie logrará bajarlo del pedestal porque él fue tan grande como para merecerlo y, aunque se le erijan todas las estatuas, nunca serían suficientes”.

http://www.escambray.cu/2012/yo-soy-la-hija-de-marti/


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