lunes, octubre 10, 2011

René González en el recuento de Irmita

Por Enrique Ojito Linares

René González junto a sus hijas Ivette e Irmita.
Los golpes, secos, insistentes, contra la puerta del apartamento. “¿Quién puede ser a esta hora?”. Con la inquietud en el cuerpo, René se incorpora de la cama, coge un short blanco y va a abrir descalzo. Delante, armados hasta los dientes, los agentes del Buró Federal de Investigaciones. René, al piso; luego, manos esposadas a las espaldas. A Olga Salanueva, cuando llega del cuarto, la tiran contra la pared. “¿Qué pasa?”. “Quieren saber si soy René González y si pertenezco a Hermanos al Rescate”. Ajenas a todo, sus hijas Ivette e Irmita duermen, hasta que…


“Empecé a oír ruidos bastante fuertes -detalla Irmita. Sentí una luz y vi dos hombres en la puerta, junto con mi mamá. Me dijeron que levantara las manos, que no tocara nada. Todo fue muy confuso, medio oscuro; mi mamá dijo: ‘No te preocupes, ven para acá’; la abracé y comencé a llorar. Cuando le pregunté por mi papá, me respondió: ‘A él ya se lo llevaron”.



Era sábado, 12 de septiembre de 1998. La ciudad de Miami vivía otra madrugada de sus entonces 102 años -“agua grande”, quiere decir ese nombre, según la lengua de la tribu Tequesta. Hasta allí llegaron los Cinco antiterroristas cubanos en la década de los 90 sin presunción de conquistadores. No había naturaleza salvaje ni bosques de pinos inmensos, los que avivaron los ojos de Juan Ponce de León, allá por 1513. Lector insaciable, René quizás conocía algo de esa historia; pero su residencia en la urbe obedecía a una causa mayor: penetrar grupos terroristas que tenían a Cuba como blanco de sus acciones.
VÍA CRUCIS

“Cuando lo arrestaron -refiere Irmita (la familia y la prensa reservan el Irma para su abuela paterna) yo sabía que mi vida iba a ser distinta después de ese momento. Ya había cambiado cuando él se fue de Cuba, yo tenía seis años; a los 12 fui a reunirme con él a Estados Unidos y a los 14 lo arrestan”. Tal ha sido el vía crucis de esta joven, de ojos que le cubren el rostro, quien se desempeña como profesora de la Facultad de Psicología, de la Universidad de La Habana.

“A medida que iba pasando cada curso me percataba que era la carrera exacta; no sólo sirve para ayudar a los demás. Entré siendo una persona y terminé el quinto año siendo otra, es decir, mejor ser humano”.
Cuando defendiste la tesis, tu papá, desde la prisión, estuvo muy al tanto de todo.
Mi papá escribió un mensaje para que lo leyeran al terminar yo y dieran la evaluación final. Quisieron leerlo al principio; pero dije que no, necesitaba prepararme para ello. En ese mensaje me decía que todas las personas que me habían acompañado desde el preescolar para llevarme a la escuela, exceptuándolo a él y a uno de mis abuelos, estaban ahí. Cuando fuimos para la casa, siguió llamando; me dijo que estaba muy orgulloso de mí; mi mamá tuvo que hacerle la cronología de todo lo sucedido ese día.
¿Hasta dónde la grandeza de René influyó en tu calificación?
Si algo admiré de mi Facultad fue que me veían como Irmita, y nada que ver con la hija de René. Quienes me rodeaban se cuidaban mucho de preguntarme sobre el tema; algunas veces sí, cuando había alguna novedad. Era una estudiante más de la FEU, iba a los festivales de cultura, a los juegos deportivos Caribe; lo mismo jugaba voleibol, aunque le diera 10 veces mal a la pelota, que fútbol.
Me esforzaba mucho para ser, primero, buena estudiante, y segundo, buena psicóloga. Conozco a mis profesores y serían incapaces de poner en juego su prestigio para favorecerme; sabían que me estarían haciendo mucho daño”.
DOBLE VIDA
Condenado a 15 años, extinguidos este 7 de octubre en una prisión de Marianna, Florida, René comenzó a volar con la organización terrorista Hermanos al Rescate desde 1991 hasta 1994. Irma González Salanueva conoció en Florida al propio Ramón Saúl Sánchez, vinculado a más de 20 ataques piratas contra barcos y embajadas cubanas, y al asesinato de hijos de esta tierra.
Irmita ha revelado que un día fueron a despedir a ese criminal porque supuestamente iba a una cruzada en barco, llamó a la prensa y advirtió que entraría a nuestras costas, y que hasta que no acabara con el sistema en Cuba no regresaría. De pronto llamaron a René, pues se le había roto el timón. Retornó y armó el show otra vez.
Nuestra entrevistada también recuerda la boda de Saúl Sánchez, donde los invitados cantaron el Himno de Cuba y el de aquel país y pidieron a Dios que les permitiera continuar “luchando”.
En 1996, al llegar, vi cómo mi papá trataba con gente que hablaba mal de Cuba, se reunían. Íbamos a lugares, de regreso, ya en la casa, me aconsejaba: ‘Acuérdate que tú tienes que ser solidaria, ese odio no se puede sentir’. Temía que yo terminara pensando como aquella gente.
Siempre estaba bromeando, me decía: ‘¿Qué tú crees si te empatamos con el nieto de Mas Canosa que es un millonario’. Un día le dije: Bueno, preséntamelo, y me respondió: ‘Mira, hazme el favor”.
LA AUSENCIA PRESENTE
¿Cuánta falta te hizo en esos primeros amores, para el consejo sabio?
Uno dice que los padres hacen falta en los quince, en la boda, el día que tienes un amor; pero mi papá  me ha hecho falta en la cotidianidad, en esa persona que cuando estás en la casa bota la basura, que cuando a tu mamá le duele la cabeza le pasa la mano, que cuando bajas la cabeza porque algo te salió mal te anima: ‘Bueno, hay que volverlo hacer’. Lo extraño en el día a día; si voy a la playa y me monto en un catamarán, me digo: él le daría a esos remos que sería una barbaridad.
Momentos complejos, difíciles.
El más complejo fue cuando lo arrestaron. Luego, ese tiempo que siguió; mi mamá luchando por ir a verlo a la cárcel y yo me quedaba abajo, con mi hermanita, pues no me permitían subir. Pasamos miles de dificultades, sobre todo porque no estábamos en Cuba, no teníamos el apoyo que tenemos hoy. Cuando regresamos para acá fue muy difícil, sabíamos que estábamos separándonos más de él; pero se dio a conocer el caso y teníamos un pueblo apoyándonos. Es bueno no sentirse solo.
¿Con quién te quedas: con un padre héroe o un padre cercano, compartiendo tus necesidades, tus esperanzas?
“No te voy a mentir, hubiese preferido un padre común. Una cosa es estar consciente de la necesidad de que mi papá estuviese allí; era imprescindible de que hombres como ellos cumpliesen esa misión, y estoy orgullosa de él. Sin embargo, sí me gustaría tener aquí al padre que te defienda cuando pase cualquier cosa, que te da la mano, el que tienen todos o la mayoría. Pero, al mismo tiempo, muchas veces pienso en esos hombres y mujeres -los hijos de las víctimas de Barbados-; que ni siquiera tienen la esperanza de que sus padres regresen. Esos hijos no tienen ni siquiera la tranquilidad de que los asesinos estén cumpliendo sentencia. Entonces, reafirmo que era necesario que ellos (los Cinco) permaneciesen allí. A mi papá siempre lo voy a querer más que a admirar; antes de admirarlo, lo adoro”.

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